viernes, 17 de agosto de 2007

Talleres Generales de Actualización (1)

Hoy iniciaron los Talleres Generales de Actualización (TGA). Todos nosotros (los profesores de educación básica en servicio), en la tarea de actualizar nuestra afanosa labor y, el Estado, apoyando nuestra “formación continua” (dixit José Fernando González S., Subsecretario de Educación Básica). En esta ocasión, se trató de “La formación en valores en la escuela secundaria” (esto no incluye a los demás niveles que tienen otros temas). Algo me dice que estos talleres no son de actualización, sino para conocer uno los ejes transversales del currículo oficial.
La mayoría de mis compañeros fueron puntuales, a excepción de una maestra, amiga mía, que llegó media hora antes de que acabará el taller (la puntualidad es muy apreciada en estos menesteres). Antes de iniciar el taller, yo tenía los prejuicios palmeándome el hombro, porque estos talleres de actualización me parecen meros trámites, pero olvidando “un tanto” a Gadamer (sobre lo positivo de los prejuicios) y, recordando a Bachelard (todo lo contrario del pensador de Marburgo), los hice a un lado, a los prejuicios. Esto fue bueno, ya que no me sorprendió ver la ligereza, la holgura de estos talleres. En el ambiente hubo más improvisación que sistema. Aquello fue una pequeña asamblea informativa. Pero, ya, nada es tan severo, de todas formas, los TGA son un jirón de tres días que no resulten nada, lo sabía de antemano. La directora, encargada de dar el taller, lo reconozco, procuró que este asunto no fuera un desastre.
En lo personal, lo más significativo fue que recibimos el taller en la misma aula en donde yo cursé mi clase de español (ah, mis años de adolescencia), en la Secundaria Técnica Industrial # 79 de Tuxtla Gutiérrez. En realidad nunca me fui.
Abandono, pues, la digresión. Como ya dije, se discutió sobre los valores. Lo que me quedó claro, es que a pesar de ser un concepto abstracto, en la práctica, en lo concreto (yo diría), sabemos qué clase de cosa es un “valor”. Soslayando definiciones académicas, los valores actúan en el nivel de las acciones, no existe el vademécum ético que nos dirija. Recuerdo, “siempre”, al escuchar la palabra “valor”, una idea de la conferencia de Wittgenstein sobre la ética: “nuestras palabras sólo expresan hechos”, no digo más.
Pero en fin, lo más verdadero, pienso (nótese la influencia escéptica), fue la posibilidad de conocer subjetivamente a mis compañeros, darme cuenta que tienen inquietudes similares a las mías: los horarios, el salario, los trámites institucionales. Qué otras preocupaciones podíamos tener los profesores de un país como el nuestro, que se encuentra inspirado por el mundo económico. Al cabo, somos parte de la inercia que lo resuelve todo. Díganme, ¿no necesitamos vivir a cualquier precio, aunque no haya otra forma para salvar la situación que mantener un perfil bajo, muy bajo?

15 de agosto de 2007

1 comentario:

Anónimo dijo...

Todos han creído que el mal de la educación ha sido y serán los profesores y cuándo se han preguntado si el sistema educactivo en veradad es el adecuado, que nuestros alumnos han llegado con la panza de farol y que los padres de familia se están preocupando cada vez menos de nuestros alumnos y que por más que le estes hechando conocimientos no tiene la capacidad para retener si en lo que está pensando posiblemente ¿hoy sí comeremos? ¿hoy llegará mi papá o mi mamá a casa?